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Gucci: glamur, sangre y ‘stravaganza’

“Es mucho mejor llorar en un Rolls-Royce que ser feliz sobre una bicicleta” es una de las frases más míticas de Patrizia Reggiani, conocida en Italia como la Vedova Nera (la Viuda Negra). Este personaje extravagante y desacomplejado es el que ha interpretado Lady Gaga en House of Gucci, el film que se estrenará el 26 de noviembre y en donde encarna lo que será su segundo papel protagonista en el cine y el que algunos aseguran que le podría traer el Oscar que se le escapó con Ha nacido una estrella. La película hace volver al presente una historia que tuvo lugar en 1995, cuando Patrizia Reggiani envió a un sicario a matar a su marido, el millonario empresario italiano Maurizio Gucci, que lideraba la famosa marca de ropa que lleva el nombre de su familia.

Sufriendo una especie de maldición

El film reúne todos los ingredientes para ser una bomba en las taquillas: parte de una historia real potentísima basada en el dinero, el glamur y la ambición, y concentra un reparto y un director de lujo. Empezando por el final: Ridley Scott es quien finalmente se ha arremangado para explicar al mundo en versión cinematográfica esta historia que tantas y tantas páginas ha llenado en Italia durante décadas. Él y su mujer son los encargados de producirla y él solo es quien la dirige. Pero esto no siempre tenía que ser así. El film lleva años sufriendo una especie de maldición que ha hecho que hasta ahora no haya conseguido llegar a buen puerto.

Su periplo empezó en 2006, cuando Ridley Scott anunció que dirigiría un film sobre la mancha más gorda en el currículum familiar de los Gucci, con Angelina Jolie y Leonardo DiCaprio como protagonistas. Pero seis años después de aquel anuncio el film continuaba sin dar señales de vida, hasta que la hija del realizador, Jordan Scott, fue anunciada como directora de la película en lugar de su padre. También en aquel momento Penélope Cruz entró a formar parte de la jugada, puesto que se filtró que podría interpretar a Reggiani, un papel que finalmente no ha hecho –a pesar de que después de ver cómo interpreta a otra femme fatale italiana, Donnatella Versace, en American crime story , sabemos que habría podido dar mucho de sí–. En noviembre de 2016 Wong Kar-wai anunció públicamente que dirigiría la película, pero aparte de esto solo trascendió que Margot Robbie sería la nueva estrella. Finalmente, en noviembre de 2019 Ridley Scott volvió a coger las riendas del film y se supo que la reconstrucción se haría a partir del libro The house of Gucci. A sensational story of murder, madness, glamour and greed, publicado por Sara Gay Forden en 2001.

Después de tantas vueltas, queda claro que la película no avanzaba porque Scott no quería que la apuesta fuera light. Una historia que ha estado tantos años ocupando la opinión pública italiana no podía acabar pareciendo una producción menor que no añadiera nada a nivel creativo ni de producción.

¿Pero cuál es la historia que Scott quiere explicar en el film? Pues la que se originó alrededor de la maquiavélica mente de Patrizia Reggiani, a quien muchas veces se ha visto paseando por la calle con un papagayo en el hombro, con el cual incluso ha hecho declaraciones a la prensa. Todo empezó –de puertas afuera– el 25 de mayo de 1995, cuando un hombre anónimo mató de tres disparos torpes –dos los falló...– a Maurizio Gucci en la puerta de su casa de Milán, la capital italiana de la moda. Gucci era un hombre muy rico y poderoso y los posibles enemigos podían ser muchos. Por este motivo la policía tardó 23 meses en llegar a Patrizia Reggiani, que cuando contrató a un pizzaiolo que también hacía de camello a ratos libres para que ejerciera de sicario ya hacía cuatro años que estaba divorciada de Gucci.

La relación de Reggiani y Gucci hacía años que iba muy mal. La ambición había deteriorado el matrimonio que habían constituido en 1973, momento en el que ella se había convertido ipso facto en una destacada miembro de la jet set milanesa, bautizada por la prensa como Lady Gucci. La necesidad de ostentación permanente de Reggiani, hija de un camionero y una camarera, nacida en las afueras de Milán, había hecho que los Gucci no la vieran con buenos ojos, cosa que se vio multiplicada cuando se convirtió en el motivo de muchas rivalidades internas en la empresa familiar por las ansias que tenía de aumentar su poder y su relevancia pública. Con toda esta carga, el matrimonio finalmente se fue a pique en 1985, cuando Gucci se fue de viaje de negocios y nunca volvió. Había empezado una relación extraconyugal con una mujer más joven llamada Paola Franchi, cosa que Reggiani pronto descubriría.

Pero ella no le perdonaría así como así aquel abrupto final a su reino de ego y dinero. Después de siete años separados, en 1992, Gucci y Reggiani se divorciaron oficialmente habiendo acordado por escrito que ella seguiría cobrando una pensión alimentaria de medio millón de dólares anuales más un millón anual como compensación por el divorcio. Pero esta cantidad basada en la manutención de las dos hijas que habían tenido, Allegra y Alessandra, no fue nunca suficiente para Lady Gucci, que decidió procurarse un futuro mejor por cuenta propia.

Gucci: glamur, sangre y ‘stravaganza’

Después del divorcio legal le diagnosticaron un tumor cerebral, que le pudieron extraer sin más consecuencias. Aun así, decidió pasar la convalecencia en casa de su amiga médium Pina Auriemma, que había conocido veinte años antes en la isla de Isquia. Durante la convalecencia es cuando la historia oficial dice que se gestó la idea de acabar con la vida de Maurizio Gucci, puesto que Reggiani estaba obsesionada con la idea de que él se gastaría la fortuna con su nueva pareja y no la guardaría para sus dos hijas. Además, también temía que Franchi se quedara embarazada de su exmarido y sus hijas tuvieran que compartir el día de mañana la millonaria fortuna de su padre. Más millonaria todavía cuando en 1983 la multiplicó vendiéndose lo que le quedaba de Gucci a Bahrein Investcorp, que le pagó 120 millones de euros. Tan fuerte era la fijación de Reggiani que cometió el error de llamar a Franchi diversas veces para acusarla de ser una cazafortunas. Y lo decía precisamente ella, que se había gastado desde joven los ahorros de su padre en abrigos de visón y coches de alta gama para poder ascender socialmente hasta conseguir un buen casamiento.

23 meses después de la muerte de Gucci y de haber ido a su entierro con la cabeza cubierta con una mantellina negra y de abrazar a cada una de sus hijas, la policía la fue a buscar a su casa. Después de descartar que ni la Mafia ni ningún misterioso enviado de los países árabes con quien Gucci había hecho negocios lo había liquidado, un error del sicario de Aliexpress que ella y Auriemma habían conseguido hizo que Reggiani se convirtiera en la principal sospechosa. “Vienen por la muerte de mi marido”, dijo, con su frialdad característica, a los policías que la fueron a buscar. La misma frialdad que ya había demostrado el día en el que habló con la prensa sobre la muerte de su ex y padre de sus hijas, cuando dijo: “Humanamente lo siento. Pero desde un punto de vista personal no puedo decir lo mismo”.

La muerte de Maurizio Gucci se convirtió entonces en un escándalo social todavía más grande. No obstante, las hijas del difunto se mantuvieron junto a su madre, primero negando que fuera culpable y, una vez juzgada, argumentando que a raíz del tumor no había quedado estable psicológicamente y que había sido manipulada por su amiga vidente. En 1998 Reggiani fue condenada a 29 años de prisión, que después de las apelaciones quedaron en 26. Cumplió solo 18 y salió por buena conducta después de haberse dedicado a regar las plantas y a cuidar un par de hurones que había adoptado como mascotas en la prisión de San Vittore de Milán, a la cual ella siempre se ha referido como San Vittore Residence.

“No quería fallar”

En 2011 le ofrecieron el tercer grado, pero lo rechazó porque para poderse acoger se tenía que tener un trabajo. “No he trabajado nunca y no pienso empezar ahora”, expresó con rotundidad en aquella ocasión, y prefirió estar cinco años más en prisión antes de mover un dedo a cambio de un sueldo. En 2016 la liberaron definitivamente, y en la salida de la prisión los periodistas le preguntaron: “¿Por qué contrataste a un sicario para que matara a Maurizio Gucci? ¿Por qué no le disparaste tú misma?” “No tengo muy buena vista. No quería fallar”, respondió impertérrita.

Su psicología fría la ha hecho protagonista de otras grandes frases y momentos mediáticos épicos que habrá que ver cómo quedan retratados en el film de Scott y Gaga. Pero su personaje es tan potente en la realidad que es complicado mejorarlo en la ficción. Después de hacer lo que hizo supuestamente en beneficio –¡económico!– de sus hijas, cuando salió de prisión se fue a un juzgado a pedir que le pagaran la pensión de un millón de euros anual que le tocaba según el acuerdo de divorcio que había firmado con Maurizio Gucci. La pensión la tenían que pagar sus hijas, herederas universales del difunto, que evidentemente recorrieron esta petición, puesto que finalmente habían abierto los ojos y le habían negado toda relación, hasta el punto en el que no conoce a sus nietos. Reggiani, que también les reclamó los millones atrasados durante los 18 años de prisión, les ha pedido recientemente poder usar las grandes propiedades familiares que han heredado. Por ejemplo el Creole, el velero de madera más grande del mundo, que ella calificó de “tercer hijo”.

Reparto de lujo

Fascinado por esta historia, Ridley Scott ha arrastrado finalmente al proyecto una cantidad de estrellas sustancial que componen un casting prometedor. Más allá de Lady Gaga y Adam Driver, el cineasta no ha querido que los papeles secundarios fueran solo puro relleno, sino que les ha querido dar la relevancia que tuvieron en las luchas internas de esta fallida dinastía de la moda, caída definitivamente en desgracia con la llegada de la tercera generación. Así, el oscarizado Jeremy Irons dará vida a Rodolfo Gucci, hijo del fundador y padre del difunto Maurizio. Rodolfo es el hombre a quien la casa Gucci debe su gran explosión de ventas y también su prestigio comercial a nivel global.

El personaje de Irons tendrá que enfrentarse a Aldo Gucci, que es su hermano y que estará interpretado por Al Pacino. A pesar de que durante el tiempo en el que él estuvo vinculado a la firma también experimentó un importante crecimiento, es recordado por su rivalidad con Maurizio, con quien compitió por ocupar la dirección de la compañía cuando Aldo murió, cosa que originó graves disputas entre ambos. De hecho, este momento es crucial para la trama principal del film, puesto que es cuando hace acto de presencia en el seno de la familia la ambición de Reggiani, que estimula la competitividad de su marido para hacerlo llegar a lo alto de la compañía.

Completa el reparto Jared Leto, un actor muy vinculado a la moda que, casualmente, en algunas de sus apariciones más estelares de las alfombras rojas –por ejemplo, en las Met Gala de 2018 y de 2019– suele vestir de Gucci. El norteamericano dará vida a Paolo Gucci, que es hijo de Aldo y que es recordado por haber rivalizado por el control de la firma tanto con su padre como con su primo Maurizio. De hecho, Paolo llegó a ser expulsado de la compañía.

El complemento más surrealista del casting es Salma Hayek, que está casada con François-Henri Pinault, amo de Kering, el grupo de lujo propietario actual de Gucci. La actriz de raíces mexicanas dará vida a Pina Auriemma, la vidente, amiga y confesora de Patrizia Reggiani, que tuvo un papel muy relevante en todas las investigaciones sobre la muerte de Maurizio Gucci. Algunos incluso dijeron que era coinstigadora del crimen.

“Pienso que no está bien que no hayan contactado conmigo”, ha dicho Reggiani

Pero no es solo el reparto lo que supone un atractivo para este film, sino que el vestuario y toda la estética que lo rodea también son un reclamo que tiene muy excitado a todo el fashion business. La jefa de vestuario será la figurinista británica Janty Yates, que ha tenido que hacer una enorme inmersión en la moda italiana de los setenta, ochenta y noventa para poder clavar las diferentes épocas estéticas sobre las cuales transitan los protagonistas –hombres y mujeres– de este drama criminal. Yates, que ha trabajado con Scott en varias producciones, explicó al New York Times que Gucci les ha permitido –queda claro que fichar a Hayek fue una gran idea...– cotillear en sus archivos para observar con detalle cómo era la ropa que en aquellos años diseñaba la firma.

Pero más allá de esta valiosa documentación que Gucci tiene depositada en Florencia, Yates y su equipo también han indagado en las creaciones que en aquellos tiempos diseñaban Alaïa y Valentino, así como webs de segunda mano de lujo, en las cuales determinados productos de aquellas décadas se venden por precios muy elevados. Del proceso de documentación sobre el apartado moda también ha trascendido que Lady Gaga ha estado muy implicada, cosa que demuestra la relevancia que tendrá esta cuestión en el film. De hecho, se ha sabido que la artista ha llevado un total de 54 conjuntos diferentes a lo largo del rodaje. Para la vestimenta masculina se ha contado con el apoyo de Zegna, cosa que augura resultados pulcres.

¿Y qué piensa Reggiani de la película y todo el revuelo que ha vuelto a levantar? Lejos de desaparecer avergonzada por su lamentable currículum, Reggiani se considera a sí misma una persona completamente integrada en la sociedad y hace declaraciones a la prensa tanto cuando se las piden como cuando no. “Estoy molesta por el hecho de que Lady Gaga me esté personificando en el nuevo film de Ridley Scott sin ni siquiera haber tenido la cortesía o el sentido común de venir y conocerme. No tiene nada que ver con el dinero, porque no recibiré ni un solo céntimo del film. Es sentido común y respeto. Creo que cualquier buen actor primero tendría que conocer a la persona que encarnará. Pienso que no está bien que no hayan contactado conmigo”, ha dicho a la agencia Ansa. El glamur se ha esfumado y la sangre se ha secado, pero la stravaganza continúa intacta.

Un matrimonio roto

Maurizio Gucci –arriba en 1988– era un hombre rico y poderoso. Su matrimonio con Patrizia Reggiani –en la imagen de abajo– se acabó en 1985, cuando él se fue de viaje de negocios y no volvió nunca. En realidad tenía un asunto con una mujer más joven. Reggiani nunca fue bien vista por la familia Gucci, que desaprobaba sus ansias de ostentación y control de la empresa familiar. Ella fue condenada a 29 años de prisión, a pesar de que solo cumplió 18 por buena conducta.

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